Medusas, un flagelo de la natación pero un tesoro de la ciencia

Son pequeñas, moradas y sus picaduras son increíblemente dolorosas: si las medusas molestan los baños en la costa mediterránea, también tienen propiedades fisiológicas específicas, cuyo estudio ha hecho avanzar a la ciencia y sugerido múltiples usos.

Desde mediados de junio, en muchas playas de Córcega y la Riviera, Pelagia noctiluca, pequeñas medusas moradas que se encuentran por todo el mar Mediterráneo, han sido arrastradas por el oleaje por decenas, pero la esperanza de deshacerse de ellas es ilusoria.

Después de todo, las medusas, que aparecieron hace 600 millones de años, se encuentran entre los primeros habitantes del planeta.

Son 95 a 98% de agua, no tienen cerebro, pueden flotar y nadar, pero no pueden soportar las corrientes oceánicas y son parte del zooplancton. Y “están presentes todo el año en una corriente que rodea el mar Mediterráneo y tiende a quedarse en el mar”, explica Fabien Lombard, profesor-investigador del centro de ciencias marinas de Villefranche-sur-Meer (Alpes-Maritimes). “Fue la corriente del sur la que los trajo de vuelta a las costas”.

En Ajaccio fueron vistos por miles. En la playa de Saint-François, en el corazón de la ciudad, Simone Martini, un bañista italiano, fue uno de los muchos que hicieron su doloroso encuentro: Cubierto de células punzantes, las células punzantes, los tentáculos de las medusas tocaron su frente y les soltó diminutos arpones que inyectan un cóctel de veneno.

– Muerde para comer –

“Quince días después todavía tengo una quemadura que a veces me duele”, dijo a la AFP.

“Estos animales ciegos muerden todo lo que tocan para comer. Inyectan neurotoxinas para inmovilizar a sus presas y enzimas digestivas”, explica Fabien Lombard.

Los sitios web permiten rastrear su presencia, como B. meduseo.com o www.frequence-sud.fr/carte-meduses. Y todos tienen su propio método para aliviar el dolor posterior a la inyección. “No tiene sentido orinar encima”, se ríe Fabien Lombard, quien desaconseja “limpiar, enjuagar con agua de mar y quitar los insertos de la chimenea con arena húmeda”.

A nivel ambiental, su distribución sería tan generalizada que provocaría la “gelificación” de los océanos, según un informe de septiembre de 2019 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).

Una afirmación que divide a la comunidad científica: “No tenemos mediciones fiables para decir que hay más”, especifica Fabien Lombard. Teniendo en cuenta que “si en los años 80 y 90 en Villefranche-sur-Mer hubo de 5 a 6 años con medusas y los siguientes 5 a 6 años sin medusas, es el 25º año sin ruptura con las medusas”.

Para Lovina Fullgrabe, científica de la Estación de Investigaciones Oceanográficas y Submarinas (Stareso) de Calvi (Alta Córcega), “la sobrepesca, que elimina a sus depredadores como los atunes o las tortugas, es una de las hipótesis preferidas para explicar esta mayor abundancia”.

Y si en 2013 la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recomendaba comerlos para combatir su propagación, Fabien Lombard advierte contra tratar “este síntoma de un desequilibrio en el mar” y no la enfermedad original, que es el agotamiento de los peces por sobrepesca

– Dos premios Nobel –

Pero si estos animales son preocupantes, también han permitido importantes avances científicos.

En 1913, el Premio Nobel de Medicina premió el trabajo sobre el funcionamiento del veneno de los parientes de las medusas, lo que permitió comprender el “choque anafiláctico”: el veneno desaparece, en lugar de aumentar la inmunidad de las personas que ya han sido picadas.

“Fue un poco revolucionario, hasta entonces todo el mundo era más de la opinión de que + cuanto más te expones a algo, menos reaccionas a ello +”, explica Fabien Lombard.

En 2008, se otorgó un segundo Premio Nobel, esta vez en química, por el trabajo sobre una proteína que reveló la capacidad de ciertas medusas para brillar en la oscuridad. Esta fluorescencia ha sido utilizada por muchos bioquímicos, biólogos e investigadores médicos en sus investigaciones, particularmente sobre tumores o la enfermedad de Alzheimer, señaló el Comité Nobel en 2008.

“Ella revolucionó la biología celular al permitir literalmente +encender+ las células activadas para ver cómo funcionan”, resume Fabien Lombard.

La NASA ha llevado medusas a bordo de vuelos espaciales para estudiar su reproducción en microgravedad, y la Unión Europea lanzó en 2017 un proyecto llamado “GoJelly” para estudiar cómo se utilizan en alimentación, fertilización, cosmética o desintoxicación.

Porque “las medusas están llenas de potencial”, asegura el investigador: Sirven como alimento para los peces de acuicultura, fertilizante o estabilizador de la humedad del suelo para cultivos como la vid en las Landas, el arroz en China o la albahaca en México. Su colágeno se usa en Israel en cosméticos, pañales y toallas sanitarias, y en Rusia para ablandar el concreto en instalaciones a prueba de terremotos, enumera el científico.

Para él, la aplicación más prometedora es la del “limo de medusa”, que consiste en una molécula que “parece promover el nuevo crecimiento del cartílago humano”.

Para meditar la próxima vez que nades.

Celestino Pedregon

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