Por una política exterior climática canadiense

Un análisis de abril de 2021 realizado por el Servicio de Inteligencia de Seguridad de Canadá (CSIS) publicado esta semana afirma que los “impactos inevitables” del cambio climático amenazarán la “seguridad y la prosperidad” de los canadienses.


También según CSIS, el cambio climático se está convirtiendo en un tema estratégico, intergeneracional y multidimensional de la seguridad global. Si bien es relevante, el documento debería haberse escrito en el presente: el impacto ya se está sintiendo (piense en la devastación del verano de 2021 por el calor extremo, los incendios forestales y las inundaciones consecutivas en la Columbia Británica) y el calentamiento global es un tema estratégico actual (piense del anuncio de China de sus ambiciosos objetivos climáticos en la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2021 o la actual crisis energética en Europa).

El cambio climático, que está afectando todas las esferas de la actividad humana (transporte, energía, producción y distribución de alimentos, suministro de agua, salud, infraestructura y más), está modificando varios parámetros de la política exterior.

Ya hoy y en los años venideros, la política climática debe ser algo más que una simple política ambiental, y Canadá se ve obligada a colocarla en el centro de su política exterior.

Para qué ? Primero, tomemos el ejemplo del Acuerdo de París de 2015, cuyo objetivo es implementar la transformación económica y social para limitar el calentamiento global. De hecho, el Acuerdo de París requiere una transición energética radical y global de los combustibles fósiles (que producen los gases de efecto invernadero responsables del cambio climático) a energías alternativas y renovables que no emiten gases de efecto invernadero.

Alrededor del 75% de las reservas de petróleo están controladas por los estados. Las petroleras privadas podrían ser rápidamente nacionalizadas y, en teoría, no son el mayor problema, la mayor dificultad radica en los cambios que se exigen a los estados petroleros -los mismos que negociaron el Acuerdo de París y luchan por implementarlo- cuyas exportaciones de combustibles fósiles promedian alrededor del 50 por ciento % de sus ingresos gubernamentales.

El reto de la transición energética no puede pues reducirse a la codicia de determinadas empresas, a pesar de su papel protagonista en la desinformación sobre el cambio climático durante 40 años. No hay duda de que los combustibles fósiles deben eliminarse gradualmente, pero esto no estará exento de consecuencias y riesgos. Los países productores y exportadores -incluidos China, Rusia, India, EE. UU., Canadá, Australia, México, Venezuela, Kazajstán, Nigeria, Arabia Saudita, Irak, Irán e Indonesia- verán destruidos los cimientos de su riqueza e influencia internacional, con el resultado que aumenta el riesgo de una crisis política o económica.

Estos temas geopolíticos están vinculados a los debates emergentes sobre la seguridad climática. A primera vista, el cambio climático no es una responsabilidad central de los actores de seguridad o defensa. Sin embargo, las consecuencias biofísicas (p. ej., fenómenos meteorológicos extremos) y geopolíticas del calentamiento global conllevan el potencial de desestabilización o conflicto (sin mencionar el impacto en las operaciones militares, el equipo y la infraestructura).

Más allá de las cuestiones estratégicas y geopolíticas, el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de 2022 apunta a una creciente evidencia que vincula el aumento de las temperaturas con el riesgo de conflictos violentos en países vulnerables, particularmente en África.

Los efectos del calentamiento en los ecosistemas tienen implicaciones para los precios de los alimentos, la calidad y distribución del agua, la disponibilidad de tierras y las relaciones entre agricultores y pastores durante las sequías. Estos países, que son los que más sufren y sufrirán el calentamiento global, no cuentan todos con los recursos necesarios para adaptarse o prevenir estos conflictos en tales condiciones.

Es necesario, por tanto, otorgar mayor importancia al cambio climático en el pensamiento estratégico y diplomático, en el diseño e implementación de medidas para prevenir y resolver conflictos, en las operaciones de mantenimiento o consolidación de la paz, y en la planificación de programas de ayuda al desarrollo o de intervención humanitaria. La acción internacional de Canadá necesita ser revisada y adaptada a las nuevas condiciones del cambio climático, ya que todas las áreas de la actividad humana se ven afectadas y transformadas por el calentamiento global.

* Bruno Charbonneau también es presidente fundador de la Asociación Canadiense para la Seguridad Climática

Camila Tobia

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