Los años 1970 fueron años oscuros para las tortugas mexicanas. Graciela Tiburcio, nacida en Veracruz en 1973, realmente no los conocía, pero dos décadas después les realizó autopsias a varios de estos animales como parte de su trabajo doctoral en Brasil. “La causa de la muerteElla dice, Siempre era lo mismo: una obstrucción intestinal por la ingestión de plástico, especialmente bolsas y corchos”. Ella imaginó la devastación causada por la contaminación marina.
Al mismo tiempo, México prohibió el consumo de carne en los años 1990. [et d’œufs] la tortuga. Sin embargo, en nuestro país “No es el consumo local lo que pone en peligro a las tortugas, sino la codicia de la gente”. apoya a Graciela Tiburcio.
El problema comenzó a finales de la década de 1950, cuando el cocodrilo estuvo en peligro de extinción debido al comercio de su piel. Para protegerlo, el gobierno tuvo que tomar medidas de emergencia y prohibir la caza de cocodrilos. Entonces los cazadores recurrieron a la tortuga marina. “En diez años, las poblaciones de tortugas han colapsado, y este animal que vivió en la tierra durante 200 millones de años casi ha desaparecido”.
Rodeado de diccionarios de animales
TIENE México alguna vez exportó el 50% del cuero de tortuga boba comercializado en el mundo. La mitad o el 25% de las ventas globales provinieron de Baja California Sur [péninsule du nord-ouest du Mexique]. “Ninguna especie puede sobrevivir a esta velocidad, continúa el científico. La tortuga marina verde alcanza la madurez sexual entre los 20 y 30 años. Y la tortuga laúd sólo pone huevos cada cuatro años”.
La fuerte conexión de Graciela Tiburcio con la naturaleza se originó en la finca de su abuelo en las montañas de Veracruz. [dans l’est du pays]. Allí arriba, en el frondoso bosque, sin agua potable ni electricidad, le regresan sus primeros recuerdos: los de“Una infancia privilegiada rodeada de naturaleza”.
“Después de caminar entre el ganado y jugar con los corderos y los caballos, fuimos a nadar al río., Ella dice. Y cuando oscureció en la casa, caminábamos sosteniendo frascos de luciérnagas. El brillo verdoso de estos bichos bioluminiscentes se convirtió en una lámpara que iluminaba las habitaciones por donde corrían los niños. “Mi casa estaba llena de enciclopedias y libros de animales. Quizás por eso siempre quise ser biólogo”.
“Fue mi padre quien me inculcó el amor por la naturaleza.ella continúa Aún así, se sintió muy decepcionado cuando fui a Xalapa a estudiar allí. [à l’est de Mexico]. Mi madre, en cambio, me apoyó. Ella siempre me dijo que no importa la carrera que haga, lo más importante es que soy independiente.” Graciela Tiburcio, la mayor de tres hermanos, fue alentada por su madre y llegó a convertirse en una de las principales especialistas en tortugas de México, aunque su padre hubiera preferido ser contador.
De murciélagos a tortugas
En 2015 recibió Premio al Mérito Ambiental del Gobierno de México por su compromiso con la protección de la naturaleza. También ha sido reconocida internacionalmente por el éxito de los programas de conservación en los que ha trabajado y por su trabajo.
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