On no cambiar el rumbo de esa manera. Es poco probable que la demanda de los consumidores de vehículos de motor, una garantía de independencia y libertad, disminuya antes de 2040. Al menos esa es la evaluación del instituto de previsión Bloomberg New Energy Finance (BNEF), que espera un crecimiento continuo de las ventas en todo el mundo hasta 2036. Independientemente de si son térmicos o eléctricos, se espera que la flota de vehículos alcance los 1.500 millones de turismos en tierra para 2039.
Con una población mundial estimada al mismo tiempo en 9 mil millones de personas, la tasa de equipamiento representaría así un promedio de 1 vehículo para 6 habitantes. Con fuertes diferencias entre los países occidentalizados y multimotorizados y los que siempre estarán en construcción, que seguirán dependiendo de otros medios de transporte. Con, como sucedió en otros continentes, el fuerte reclamo de equipar algún día, una señal exterior de éxito.
¿Se tuvo en cuenta esta dimensión en el estudio de BNEF? Aparentemente, el instituto espera la disminución en el suministro de combustibles fósiles en particular, que no se compensará por completo con las crecientes ventas de vehículos eléctricos. Completamente inadecuados para estos países desfavorecidos, pueden explicar una caída en la oferta de vehículos occidentales, pero desde luego no una caída en la oferta de los asiáticos, que tendrán ambos: eléctricos en el mundo desarrollado, térmicos para los demás. Al mismo tiempo, Europa ha decidido apuntar solo a clientes en países desarrollados con una gama unificada de vehículos eléctricos.
Un siglo de crecimiento
Independientemente de la tecnología utilizada, y con la esperanza de que la escasez actual de componentes electrónicos no reinicie la producción, las ventas deberían recuperarse y seguir creciendo a nivel mundial hasta 2036. Según el escenario de BNEF, deberían superar los 100 millones de vehículos al año. En esa fecha, la demanda caería, poniendo fin al crecimiento casi continuo del sector durante más de un siglo.
De hecho, según los expertos de BNEF, deberíamos ver un cambio de paradigma a medida que la población envejece. Como principal comprador de vehículos nuevos, esto debería dar paso a clientes más jóvenes, más habitantes de la ciudad y otros modos de transporte más experimentados impuestos por el tamaño y la congestión de las megaciudades.
En particular, el auge de los autos compartidos y autónomos seguirá empujándolos a consumir autos, pero de una manera diferente. Por no hablar de aquellos que, cuando ya no puedan encontrar su sustento en estas ollas a presión urbanas, definitivamente huirán al campo… y comprarán un auto o más según surja la necesidad. Por las mismas razones, los residentes de los países más pobres, que conducen mucho menos, aún podrían seguir equipándose como una cuestión de necesidad vital. Por otro lado, según un estudio en Brasil, Rusia, México, Turquía o Sudáfrica, los residentes de las megalópolis podrían preferir las dos ruedas o el transporte público.
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