VÍDEOS | El increíble viaje de Microman, un enano luchador mexicano que se convirtió en el ídolo de todo un pueblo

Sin miedo, sube al punto más alto del ring -más de tres veces su altura- para lanzarse al cuello de su rival. Bloquea a sus oponentes con llaves de brazo o usa las cuerdas para girar como una hélice.

Microman ha ganado notoriedad desde la introducción el año pasado de la categoría “Micro Estrellas” en la lucha libre mexicana, en la que compite con otros siete atletas menores.

Desde entonces se ha presentado regularmente en la Arena de México, el “templo” de la “Lucha Libre” mexicana.

Entre los aplausos del público, Microman y las otras “Micro Stars” entran al escenario en una pasarela iluminada. Los pequeños luchadores calientan y realizan algunos pasos de baile o acrobacias que hacen reír al público.

Unos minutos más tarde, la ferocidad y vivacidad de Microman en el ring acalla las burlas y el joven se gana el apoyo del público. Los pitos aumentan cuando un rival lo ataca, y los espectadores lo apoyan cuando pasa a la ofensiva.

“Ingravidez”

“Es muy joven y pelea bien, se mueve con agilidad”, comenta Felipe Escorza, un espectador de 30 años que descubrió a Microman.

El joven luchador incluso puede realizar la figura de “gravedad cero” parándose verticalmente sobre el ring y agarrando las cuerdas con las manos antes de balancear las piernas en el aire alrededor de su oponente.

“Lo hace extremadamente bien”, analiza Juan Carlos Elizalde, un albañil de 28 años que admiraba el espectáculo con amigos.

Para llegar allí, Microman tuvo que luchar contra los prejuicios que le condenaban a desempeñar papeles secundarios.

“Mi padre me dio consejos y me ayudó sin importar el qué dirían”, dice el hombre que es hijo de Kemonito, otra figura famosa de la lucha libre mexicana.

Durante 30 años, Kemonito sirvió como mascota en espectáculos de lucha libre profesional, vistiendo un traje de piel azul y amarillo. En aquella época era el único lugar que podía ocupar un enano. Si se le permitía luchar, sólo en enfrentamientos desiguales destinados a entretener a la galería.

“Hace veinte años los tiramos (al ring) frente a luchadores de hasta seis pies de altura y salían heridos”, lamenta Catalina Gaspar, de 45 años, una activista de derechos humanos de baja estatura.

“Algunos quedaron paralizados, otros murieron (…), uno se suicidó”, recuerda.

De tonto a ídolo

La nueva generación recibirá formación como el resto de especialistas.

“Los vemos como ídolos y ya no como mascotas o tontos”, dice alegremente Gaspar.

La liga les brinda atención médica si se lesionan y los apoya económicamente mientras se recuperan.

Si no tienen un salario fijo, generalmente se les garantiza la participación en al menos dos espectáculos pagos por mes.

Catalina Gaspar se compromete a que ellos también se beneficien de vivienda y apoyo económico “cuando se retiren de los anillos”.

“Microman es el más pequeño de todos, pero es la estrella más grande de las Micro-Stars”, comenta Último Guerrero (Último Guerrero), exluchador y creador de este grupo de luchadores cuya altura no puede superar el 1,20 m.

La primera aparición de Microman en el ring con las Microestrellas, incluido el engreído Guapito y el malvado payaso Chamuel, en abril de 2017 será recordada para siempre.

“Fue una locura”, recuerda Gaspar. Tanto es así que surgió la idea de convertirlo en una competición habitual.

“No esperaba que la gente fuera tan acogedora y solidaria sin conocerme”, admite Microman. “Es el momento más feliz que he vivido en el mundo de la lucha libre”, admite.

Su mentor Último Guerrero comparte esta alegría y cree que él es el origen de este desarrollo. “Estoy muy orgulloso de que estos pequeños luchadores puedan desarrollar su potencial en el ring”, concluye.

Celestino Pedregon

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